Una relación de ayuda saludable. Centrarse en la persona en duelo.

El doliente siente la necesidad de ser recibido en el amor, en el sostén de una buena escucha, de un silencio tibio, de una mirada eterna, de una presencia erguida y respetuosa.

Necesita un lugar seguro donde pueda abrir las compuertas de su corazón sufriente y esa seguridad se construye con un modo de Ser y Estar. Una relación particularmente facilitadora que le permita sentirse lo suficientemente a salvo y seguro como para permitirse experienciar la totalidad de su dolor sin temor a ser censurado.

Después de escuchar el relato de los dolientes, la mayoría expresa que no solamente fracasa el entorno en sostener su vivencia sino que se han encontrado con un gran número de profesionales de la ayuda que les exigen una pronta recuperación y los instan a realizar actividades o generar proyectos personales cuando ellos aún se encuentran hundidos en la desesperación de la ausencia de su ser querido, no se han sentido respetados en sus tiempos y dejan los procesos de ayuda con sentimientos de incomprensión, enojo y viviendo un fracaso terapéutico.

Centrarnos en la persona en duelo significa entregar nuestra presencia como un acto de entrega sagrado, el acto de estar disponible para el encuentro con el otro, un encuentro profundo, atento, donde es necesario vaciarnos para acoger al prójimo que está sufriendo, es un encuentro sanador, transformador.

Es un estado de atención plena al encuentro en el momento presente. Es centrarse en el otro y atender lo que dice, cómo lo dice, lo que no dice, lo que hace, lo que no hace.

Corresponde a un estado de autenticidad donde nos encontraremos cara a cara con todo lo que somos, sin caretas, con todo lo que somos en el encuentro. Es ofrecerle al otro nuestro ser íntegro, limpio de preconceptos o modos predeterminados de funcionamiento. Es simplemente estar. Es estar dispuestos a abrir un espacio en nuestro interior para acoger su alma sufriente. No para acogerla y dejarla en nuestro interior y adueñarnos de su experiencia sino teniendo presente que cuando somos capaces de acoger su vulnerabilidad, ellos sentirán y encontrarán sus propios recursos para animarse a acoger lo que están vivenciando. Así el doliente experimenta el ser libre en su duelo.

Si mi presencia puede permanecer con el dolor de su relato, ellos se animarán a recibir y a permanecer en las propias vivencias de su duelo.

Centrarse en la persona en duelo es desarrollar una escucha donde reciba en mí al otro, donde comprenda profundamente su sufrimiento y no me diluya en su dolor. La persona necesita ser escuchada, desea la libertad de hablar con alguien que pueda recibir sus vivencias cargadas de amor, de pasión, de añoranza, de bronca, de ilusión, de frustración, de negación, de aceptación, de idealización, de interrogantes, de miedos, de culpas, de asuntos pendientes…

Es facilitarle la libre expresión de sus sentimientos y pensamientos y sostenerlos en su expresión emocional sea la que fuere.

Es sostenernos en un encuentro íntimo para brindarle al otro la seguridad de que no está solo y de que permaneceremos a su lado.

Es entregarles una mirada incondicional que le permita expresar toda su vulnerabilidad física y afectiva.

Es sostener al doliente en sus tiempos, sus tiempos de contactarse con el dolor, de evitar el dolor y dar rodeos. Es trabajarnos en la confianza y la sabiduría que tienen los procesos de cada persona.

Es el respeto por el doliente, por ser único e irrepetible y por ser poseedor de recursos personales y de su fuerza de vida y sabiduría.

Es la validación de las diferencias individuales, no hay un duelo “bueno” o un duelo “malo” sino modos que ayudan o no ayudan a su sana elaboración. Cada uno vive su duelo como puede, a veces la persona es consciente de que no pudo darse el tiempo para elaborar su duelo porque tuvo que salir a trabajar para darle de comer a sus hijos, ¿quién puede juzgar  esta conducta? Hay quienes lloran y quienes no y sufren porque no pudieron derramar ni una sola lágrima, eso no significa que aman menos o sufren menos. Es importante ayudarlos a que puedan comprender las propias diferencias de afrontar el dolor, incluso las diferencias que se viven dentro de la misma familia.

Es normalizar sus vivencias. Es hacerle saber al doliente que sus necesidades y sentimientos son normales y aceptables.

Centrarnos en la persona en duelo es regalar libertad en el duelo, es brindar una presencia respetuosa y compasiva focalizada en la persona que tenemos a nuestro lado, caminando al compás de sus pasos…ni más adelante ni más atrás…

El camino a la sanación se inicia cuando la persona se siente validada, respetada y comprendida. Cuando siente que puede entrar en contacto con tan hondo dolor y que quien la acompañe va a cuidar y honrar ese momento sagrado, donde el alma está en la mano para ser sostenida.

Una relación de ayuda saludable a la persona en duelo será aquella que le brinde libertad para contactarse con la totalidad de su experiencia y permita que “el duelo sea duelo” y su tendencia actualizante se despliegue hacia el desarrollo.

 

“Que el duelo sea duelo. Counseling centrado en la persona en duelo”.

Por Clr. Mabel A. Weiskoff. XI Conferencia PCE 2014. Buenos Aires. Argentina. ISBN: 978-987-45534-0-9